/ viernes 10 de mayo de 2019

Violencia en el seno familiar deja secuelas

En Hidalgo la agresión más común es el daño físico o con arma; tres de cada diez mujeres son violentadas en Hidalgo

“Lo más duro para mi fue cuando mis hijos vieron cómo me golpeaba, y uno decidió ponerse enfrente y entonces salió lesionado, ahí decidí ponerle un alto a mi pareja”, así lo dice Marisa “N” quien aún permanece unida a su cónyuge, pero agrega: “las cosas cambiaron desde que a él le diagnosticaron la diabetes, ya no me golpea”

Esta es una de muchas historias, que viven mujeres violentadas en el seno de su familia, que, pese a su rol de madre, a los victimarios no les importan las secuelas que puedan quedar en los infantes y en la mujer.

La violencia ejercida es todo acto, acción o conducta de maltrato basado en su género, que tiene como resultado, posible o real, un daño físico, sexual o psicológico; es multiforme, pues tiene diferentes características y se manifiesta con diversos matices, unas veces interrelacionados y otras recurrentes, ya sea en situaciones cotidianas o extraordinarias, y afecta además a personas con quienes ellas mantienen ciertos vínculos afectivos.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de los Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, se desprende que, en Hidalgo, 52 mil 826 víctimas son mujeres casadas o unidas violentadas por su pareja e hijos, han sufrido agresiones severas. Y añade: “en cuyos hogares posiblemente este tipo de hechos crean un entorno tóxico y sus efectos impregnan también a sus hijos y familiares cercanos”

La violencia más visible es la física. Su intensidad varía desde un empujón hasta la agresión con arma de fuego. En Hidalgo 3 de cada 10 de estas mujeres han sido víctimas de este tipo de eventos.

Las causas por las que se unen las mujeres a sus parejas, no son un factor explicable de la violencia padecida en sus diferentes manifestaciones por parte de su cónyuge a lo largo de su relación. Particularmente aquellas unidas debido a circunstancias como el embarazo, o bien, el que los padres las obligaran o arreglaran el matrimonio a cambio de dinero.

Las cifras de la encuesta en Hidalgo sobre las razones de las mujeres para unirse, revelan que, entre las violentadas, es significativa la proporción de quienes declararon haberlo hecho debido a su embarazo; tanto en el estado como en el nivel nacional representan aproximadamente el doble de quienes se unieron por la misma razón y no sufren violencia.

En la entidad, el incidente severo más común en las 52 mil 826 mujeres agredidas, ha sido el daño físico o con arma, pues 50.5 por ciento dicen sufrirlo; en el 38.5 de los casos ellas han tenido necesidad de ayuda psicológica o han necesitado ser hospitalizadas u operadas después del incidente; en 27 de las situaciones el esposo o pareja ha usado la fuerza física para tener relaciones sexuales; 23 reportan que estos actos les han dejado secuelas físicas o que un integrante falleció como consecuencia de los mismos; y 16.2 por ciento han sido despojadas de bienes o dinero.

Vivir violentadas por su pareja significa, para las mujeres, vivir situaciones difíciles y desgastantes al interior de su hogar; aceptar esta realidad es para muchas de ellas difícil y, por ende, la realidad se ve en ocasiones minimizada.

E incluso como la historia de Marisa “N” que estudió hasta secundaria, y su marido ahora tiene una enfermedad crónico-degenerativa, y que por mucho tiempo vivió violencia cuando él la cacheteaba o aventaba hacia la pared lo que la llevó a pensar en irse, pero pudo más el no alejarse de su pareja, ya no solo por el qué dirán pues era su segundo matrimonio, “aguanté por mis hijos, quien les daría escuela, yo no podría. Qué hubiera sido de mí”.

El miedo, reconoce se apoderó de ella. No olvida, pero trata de esconder en lo más profundo de su alma lo que siente, al igual que sus hijos, que ahora ya son adultos y que dicen, no repetirán la conducta de su padre.

“Lo más duro para mi fue cuando mis hijos vieron cómo me golpeaba, y uno decidió ponerse enfrente y entonces salió lesionado, ahí decidí ponerle un alto a mi pareja”, así lo dice Marisa “N” quien aún permanece unida a su cónyuge, pero agrega: “las cosas cambiaron desde que a él le diagnosticaron la diabetes, ya no me golpea”

Esta es una de muchas historias, que viven mujeres violentadas en el seno de su familia, que, pese a su rol de madre, a los victimarios no les importan las secuelas que puedan quedar en los infantes y en la mujer.

La violencia ejercida es todo acto, acción o conducta de maltrato basado en su género, que tiene como resultado, posible o real, un daño físico, sexual o psicológico; es multiforme, pues tiene diferentes características y se manifiesta con diversos matices, unas veces interrelacionados y otras recurrentes, ya sea en situaciones cotidianas o extraordinarias, y afecta además a personas con quienes ellas mantienen ciertos vínculos afectivos.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de los Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, se desprende que, en Hidalgo, 52 mil 826 víctimas son mujeres casadas o unidas violentadas por su pareja e hijos, han sufrido agresiones severas. Y añade: “en cuyos hogares posiblemente este tipo de hechos crean un entorno tóxico y sus efectos impregnan también a sus hijos y familiares cercanos”

La violencia más visible es la física. Su intensidad varía desde un empujón hasta la agresión con arma de fuego. En Hidalgo 3 de cada 10 de estas mujeres han sido víctimas de este tipo de eventos.

Las causas por las que se unen las mujeres a sus parejas, no son un factor explicable de la violencia padecida en sus diferentes manifestaciones por parte de su cónyuge a lo largo de su relación. Particularmente aquellas unidas debido a circunstancias como el embarazo, o bien, el que los padres las obligaran o arreglaran el matrimonio a cambio de dinero.

Las cifras de la encuesta en Hidalgo sobre las razones de las mujeres para unirse, revelan que, entre las violentadas, es significativa la proporción de quienes declararon haberlo hecho debido a su embarazo; tanto en el estado como en el nivel nacional representan aproximadamente el doble de quienes se unieron por la misma razón y no sufren violencia.

En la entidad, el incidente severo más común en las 52 mil 826 mujeres agredidas, ha sido el daño físico o con arma, pues 50.5 por ciento dicen sufrirlo; en el 38.5 de los casos ellas han tenido necesidad de ayuda psicológica o han necesitado ser hospitalizadas u operadas después del incidente; en 27 de las situaciones el esposo o pareja ha usado la fuerza física para tener relaciones sexuales; 23 reportan que estos actos les han dejado secuelas físicas o que un integrante falleció como consecuencia de los mismos; y 16.2 por ciento han sido despojadas de bienes o dinero.

Vivir violentadas por su pareja significa, para las mujeres, vivir situaciones difíciles y desgastantes al interior de su hogar; aceptar esta realidad es para muchas de ellas difícil y, por ende, la realidad se ve en ocasiones minimizada.

E incluso como la historia de Marisa “N” que estudió hasta secundaria, y su marido ahora tiene una enfermedad crónico-degenerativa, y que por mucho tiempo vivió violencia cuando él la cacheteaba o aventaba hacia la pared lo que la llevó a pensar en irse, pero pudo más el no alejarse de su pareja, ya no solo por el qué dirán pues era su segundo matrimonio, “aguanté por mis hijos, quien les daría escuela, yo no podría. Qué hubiera sido de mí”.

El miedo, reconoce se apoderó de ella. No olvida, pero trata de esconder en lo más profundo de su alma lo que siente, al igual que sus hijos, que ahora ya son adultos y que dicen, no repetirán la conducta de su padre.

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