/ jueves 20 de octubre de 2022

Vive en un hotel y trabaja en semáforos

Diariamente debe juntar al menos 150 pesos para pagar su alojamiento

Desde antes del mediodía y hasta las nueve o diez de la noche, "Cavito" Pérez trabaja en los semáforos ubicados sobre el boulevard Miguel Hidalgo en la ciudad de Tulancingo, todos los días. Tiene 28 años y lleva 15 de ellos maquillándose ya sea como payasito o como "El Diablo", alter ego que lo acompaña cuando oscurece en su show de malabares y fuego.

Enfermo de gripe por las recientes lluvias y heladas, nada parece detener las ansias por sacar unas cuantas monedas que guarda en una cajita color café y las que usará para, además de pagar su comida diaria, cubrir el monto que le piden en el hotel donde vive de 150 pesos diarios por un espacio para asearse y dormir.

Y es que según cuenta, la pandemia sanitaria, como en todos lados, apretó la economía y sigue sin regresar a las viejas glorias previas al Covid-19.

"No es lo mismo que antes, pero ahí va, levantándose poco a poco. Al menos ya hay más gente circulando y a veces eso es más dinero.", comentó en entrevista para El Sol de Tulancingo.

Alberto, su verdadero nombre, es parte de la comunidad de trabajadores de semáforos de la región. Tan solo en el primer cuadro de la ciudad, hay al menos unos 18 entre vendedores, limpiaparabrisas o como "Cavito", que deleitan a usuarios de transporte público y privado con un espectáculo de malabares y antorchas. No obstante, tiene que esconderse de la policía ya que dicha actividad está prohibida.

"Para sacar las antorchas tenemos que andarnos escondiendo, desde que un compañero se quemó en el crucero de Acatlán el año pasado nos prohibieron escupir o usar fuego, pero así llueva o truene hay que sacar para el alimento.", dijo.

También te puede interesar: Se eleva desempleo y pobreza laboral

Dan las siete de la noche y se despide diciendo “se viene el Diablo”, toma sus cosas y se va a cambiar para su siguiente número, vestido de Satanás, frente al semáforo de la Colonia Estrella, sobre este mismo boulevard. Aquí hace uso de sus dotes piromaniacos para adornar el cielo nocturno en un show donde también acude con machetes.

“Con ese disfraz me veo más loco”, concluyó.

Desde antes del mediodía y hasta las nueve o diez de la noche, "Cavito" Pérez trabaja en los semáforos ubicados sobre el boulevard Miguel Hidalgo en la ciudad de Tulancingo, todos los días. Tiene 28 años y lleva 15 de ellos maquillándose ya sea como payasito o como "El Diablo", alter ego que lo acompaña cuando oscurece en su show de malabares y fuego.

Enfermo de gripe por las recientes lluvias y heladas, nada parece detener las ansias por sacar unas cuantas monedas que guarda en una cajita color café y las que usará para, además de pagar su comida diaria, cubrir el monto que le piden en el hotel donde vive de 150 pesos diarios por un espacio para asearse y dormir.

Y es que según cuenta, la pandemia sanitaria, como en todos lados, apretó la economía y sigue sin regresar a las viejas glorias previas al Covid-19.

"No es lo mismo que antes, pero ahí va, levantándose poco a poco. Al menos ya hay más gente circulando y a veces eso es más dinero.", comentó en entrevista para El Sol de Tulancingo.

Alberto, su verdadero nombre, es parte de la comunidad de trabajadores de semáforos de la región. Tan solo en el primer cuadro de la ciudad, hay al menos unos 18 entre vendedores, limpiaparabrisas o como "Cavito", que deleitan a usuarios de transporte público y privado con un espectáculo de malabares y antorchas. No obstante, tiene que esconderse de la policía ya que dicha actividad está prohibida.

"Para sacar las antorchas tenemos que andarnos escondiendo, desde que un compañero se quemó en el crucero de Acatlán el año pasado nos prohibieron escupir o usar fuego, pero así llueva o truene hay que sacar para el alimento.", dijo.

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Dan las siete de la noche y se despide diciendo “se viene el Diablo”, toma sus cosas y se va a cambiar para su siguiente número, vestido de Satanás, frente al semáforo de la Colonia Estrella, sobre este mismo boulevard. Aquí hace uso de sus dotes piromaniacos para adornar el cielo nocturno en un show donde también acude con machetes.

“Con ese disfraz me veo más loco”, concluyó.

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