/ jueves 7 de septiembre de 2017

China no puede, ni quiere moderar a Kim Jong-un

El régimen norcoreano poco a poco logró liberarse de la tutela de Pekín y Moscú

PARÍS, Francia. Estados Unidos y los países occidentales acaso fundan excesivas esperanzas en las posibilidades -y la voluntad- de China de moderar la escalada militar de Corea del Norte, que puede precipitar al mundo en una catástrofe nuclear.

Zhao Tong, experto en Corea del Norte del Carnegie-Xinghua Center for Global Policy de Pekín, estima que el gobierno de Xi Jinping puede apelar al arma económica. China, que concentra 83% del comercio global con su vecino, tiene tres posibilidades:

La primera, suspender las importaciones de textiles procedentes de Corea del Norte, la principal fuente de ingresos del país.

La segunda, prohibir la contratación de los 100 mil trabajadores norcoreanos que laboran en el extranjero, principalmente en China.

Y una tercera Bloquear la provisión de petróleo a Corea del Norte, pero esa medida podría asfixiar el país, precipitar la caída del régimen y provocar un éxodo de refugiados hacia China.

Consecutivamente, ese desorden permitiría a las fuerzas de Corea del Sur y Estados Unidos ocupar -al menos por un tiempo- el territorio norcoreano. “China nunca tolerará caos y guerra en la Península (coreana)”, advirtió el embajador Liu Jieyi durante la última reunión del Consejo de Seguridad de la ONU.

Después de medio siglo de asedio, Corea del Norte logró liberarse poco a poco de la tutela de Rusia y de China. Kim Jong-un es el primer líder de Pyongyang que, tras seis años en el poder, jamás se reunió con los presidentes de China y de Rusia. En 2013, el asesinato de su tío Jang Song Taek, que actuaba como enlace de Pekín con Pyongyang, fue un claro mensaje al régimen chino sobre la independencia del nuevo líder supremo.

Pekín probablemente dejó que Kim Jong-un desarrollara su programa nuclear, y éste inició su astuto chantaje a Estados Unidos. Pero en ese momento ya poseía un mínimo arsenal nuclear y misiles de diverso alcance capaces de proyectar esas ojivas a Corea del Sur, Japón y la isla de Guam, posesión norteamericana en el Pacífico.

El riesgo de que Kim pueda activar su arsenal de hecho despoja a Estados Unidos de la opción militar. Esa realidad fue crudamente expuesta por el consejero ultranacionalista del equipo de Trump, Steve Bannon, poco antes de abandonar la Casa Blanca: “No hay solución militar aquí. Nos han ganado”, sentenció.

Kim Jong-un tampoco tiene ninguna intención de abandonar su programa nuclear porque “es el seguro de vida para su país y la garantía de supervivencia del régimen”, estima Valérie Niquet, especialista de Asia en la Fundación por la Investigación Estratégica (FRS), de París.

PARÍS, Francia. Estados Unidos y los países occidentales acaso fundan excesivas esperanzas en las posibilidades -y la voluntad- de China de moderar la escalada militar de Corea del Norte, que puede precipitar al mundo en una catástrofe nuclear.

Zhao Tong, experto en Corea del Norte del Carnegie-Xinghua Center for Global Policy de Pekín, estima que el gobierno de Xi Jinping puede apelar al arma económica. China, que concentra 83% del comercio global con su vecino, tiene tres posibilidades:

La primera, suspender las importaciones de textiles procedentes de Corea del Norte, la principal fuente de ingresos del país.

La segunda, prohibir la contratación de los 100 mil trabajadores norcoreanos que laboran en el extranjero, principalmente en China.

Y una tercera Bloquear la provisión de petróleo a Corea del Norte, pero esa medida podría asfixiar el país, precipitar la caída del régimen y provocar un éxodo de refugiados hacia China.

Consecutivamente, ese desorden permitiría a las fuerzas de Corea del Sur y Estados Unidos ocupar -al menos por un tiempo- el territorio norcoreano. “China nunca tolerará caos y guerra en la Península (coreana)”, advirtió el embajador Liu Jieyi durante la última reunión del Consejo de Seguridad de la ONU.

Después de medio siglo de asedio, Corea del Norte logró liberarse poco a poco de la tutela de Rusia y de China. Kim Jong-un es el primer líder de Pyongyang que, tras seis años en el poder, jamás se reunió con los presidentes de China y de Rusia. En 2013, el asesinato de su tío Jang Song Taek, que actuaba como enlace de Pekín con Pyongyang, fue un claro mensaje al régimen chino sobre la independencia del nuevo líder supremo.

Pekín probablemente dejó que Kim Jong-un desarrollara su programa nuclear, y éste inició su astuto chantaje a Estados Unidos. Pero en ese momento ya poseía un mínimo arsenal nuclear y misiles de diverso alcance capaces de proyectar esas ojivas a Corea del Sur, Japón y la isla de Guam, posesión norteamericana en el Pacífico.

El riesgo de que Kim pueda activar su arsenal de hecho despoja a Estados Unidos de la opción militar. Esa realidad fue crudamente expuesta por el consejero ultranacionalista del equipo de Trump, Steve Bannon, poco antes de abandonar la Casa Blanca: “No hay solución militar aquí. Nos han ganado”, sentenció.

Kim Jong-un tampoco tiene ninguna intención de abandonar su programa nuclear porque “es el seguro de vida para su país y la garantía de supervivencia del régimen”, estima Valérie Niquet, especialista de Asia en la Fundación por la Investigación Estratégica (FRS), de París.

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