Por Roberta Jacobson, embajadora de Estados Unidos enMéxico Exclusivo para la Organización EditorialMexicana
La diversa familia de naciones del continente Americano reconocea la democracia como parte de nuestro ADN colectivo. Por décadas,la Organización de Estados Americanos (OEA) ha sido el foro paradiscutir nuestros más grandes retos y tomar acciones para hacerlesfrente. De manera especial después de la aprobación de la CartaDemocrática Interamericana en 2001, la OEA ha respondidoeficazmente a los retos que usurparon o trataron de usurpar elpoder de gobiernos elegidos democráticamente, El reto queenfrentamos hoy es la espiral letal de la democracia en Venezuela.El gobierno de Nicolás Maduro ha minado desdeadentro, sin descanso e intencionadamente las otras ramasconstitucionales de gobierno.Desde que los partidos de oposiciónganaron la mayoría de curules en 2015, la Asamblea Nacional deVenezuela ha sido sistemáticamente sofocada por el gobierno deMaduro.
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Cuando el pueblo venezolano trató de llamar a cuentas a sugobierno convocando a votar para determinar el liderazgo de Maduroal frente del gobierno a través de un referéndum revocatorio, elgobierno se escondió de nuevo tras reclamos vagos y no probados defraude para retrasar el referéndum y, cuando fue claro que elgobierno perdería el proceso, entonces participó en un diálogoque él mismo saboteó.Maduro depende cada vez más de los militares venezolanos paracontrolar la economía, intimidar a sus oponentes y reprimir eldescontento popular. Más de 331 civiles venezolanos han sidodetenidos y procesados por cortes militares en juicios secretos.Sin embargo, la Constitución de Venezuela claramente establece quela jurisdicción de las cortes militares se limita a ofensas denaturaleza militar. El mismo Procurador General de Venezuela,designado por el entonces presidente Hugo Chávez en 2007 hacondenado tales juicios y se le ha negado acceso a los detenidos.El gobierno de Maduro ha tenido todas lasoportunidades de acabar con esta marcha que los aleja de lademocracia. En noviembre pasado, en un diálogo con la presenciade enviados del Vaticano, prometió en una declaración conjuntacon la oposición política que se comportaría “estrictamentedentro del marco constitucional: una senda democrática, pacíficay electoral”. Sin embargo y de manera sorprendente, el régimenno puso en práctica ninguno de los compromisos públicos quesuscribió como resultado de las conversaciones y, en vez de ello,ha seguido saboteando la democracia venezolana. Al hacerfrente a una economía que se tambalea y a la insatisfacciónpopular, el régimen de Maduro está destruyendo ahora los últimosvestigios del orden democrático. El gobierno se ha embarcado enconvocar una asamblea constituyente para abandonar la constituciónde Chávez y escribir una nueva en un proceso que de manerainstantánea eliminaría la Asamblea Nacional Actual, laProcuraduría General de Justicia y otras instituciones vigentesaún, pisoteando el sufragio popular y otras exigenciasconstitucionales.
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Cuando un gobierno rompe con la democracia, debemos actuarsolidariamente con su pueblo. No mediante la intervención ointerferencia, sino a través de la diplomacia y la mediaciónentre todas las partes para ayudar a encontrar una soluciónpacífica, democrática y amplia. Debemos preguntarnos: si estascosas estuvieran pasando en nuestros propios países, ¿acaso nodesearíamos que el resto de la familia de naciones del continentese pronunciaran y trataran de extender la mano con el fin de ayudara restaurar las libertades democráticas fundamentales y el respetoa las instituciones constitucionales?Tal como el Secretario de Relaciones Exteriores de México, LuisVidegaray, lo dijo perfectamente: "A mí como mexicano no megustaría que, si de pronto en México hay un atentado tan gravecontra la democracia, se cancelan elecciones, se desconociera elPoder Legislativo, se encarcelara a los opositores, se utilicen lostribunales militares para enjuiciar a quienes marchan contra elgobierno. Si esto ocurriera en mi país, a mí no me gustaría quela comunidad internacional mostrara indiferencia y adoptaracriterios de política exterior que le permitieran estar ausentesdel tema".
Los efectos secundarios de la crisis venezolana son serios yestán creciendo, ya sea en los flujos de migrantes irregulares apaíses de nuestra región o el creciente flujo de armas yactividad criminal que afectan especialmente al Caribe.
La Asamblea General de la Organización de Estados Americanos esel conducto para que nos unamos como región y actuemos parapromover negociaciones en Caracas con la finalidad de que retorneel respeto por la democracia, se ponga fin a la violenciapolarizante y se ayude al pueblo venezolano a recuperar susderechos democráticos y el poder.
México, los Estados Unidos y la mayoría de los países denuestro hemisferio están unidos en nuestra determinación deencontrar una solución democrática a la situación insostenible einjustificada en la que Maduro ha puesto al pueblo venezolano.
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